De momento a momento el mundo está cambiando. La pregunta es: ¿en qué dirección nos llevan estos cambios? ¿Nos están abriendo puertas hacia un maravilloso futuro o nos están guiando hacia la ruina y la devastación?

Durante el siglo 20, este mundo experimentó un rápido desarrollo de una cultura y una civilización material. Sin embargo, debido a la prioridad que se la ha dado a los valores materiales y la expansión económica, la humanidad ha estado siguiendo un camino muy peligroso.

Hasta ahora, la mayoría de los seres humanos se han esforzado por obtener parte de estos recursos materiales limitados, recursos que son escasos. En lugar de extraer los infinitos recursos de dentro de nosotros, la mayoría ha puesto su mira en objetivos materiales: confort físico, objetos que hacen que nuestras vidas sean más agradables. El dinero, la tierra, las viviendas, los autos, cosas deliciosas para comer, posición social, fama, control sobre otros; para mucha gente, estas parecen ser las razones más importantes por las cuales vivir.

Creemos en que todo es limitado, y por esta creencia hemos creado una vida en la cual todo falta: falta de comida, falta de dinero, falta de salud, y falta de amor. En todo el mundo se pueden observar los resultados de esta forma de vivir: pobreza generalizada, enfermedad, ambición, catástrofes y destrucción ambiental. Y día a día estos problemas se extienden más y más.

¿Por qué hay tanto sufrimiento, discriminación, desconfianza y disgusto? Creo que surge de nuestra creencia en la limitación. En nuestra lucha por obtener parte de esos beneficios limitados hemos aceptado la regla de “la supervivencia del más fuerte” y hemos permitido que esta creencia nos controle. Surgieron divisiones entre los ganadores y los perdedores, los débiles y los fuertes, los ricos y los pobres. Aquellos que pudieron obtener la porción más grande, pudieron disfrutar de la abundancia, mientras que los demás quedaron con las manos vacías.

Nuestro abuso de la gran naturaleza nos ha traído al punto en el cual la tierra está en peligro de perder su existencia. ¿Qué vamos a hacer? ¿Podemos cambiar de dirección todavía? Algunos piensan que podemos cambiar el mundo solucionando los problemas uno por uno. Sin embargo, a menos que cambiemos los patrones mentales que han hecho surgir estos problemas, las mismas condiciones volverán a surgir una y otra vez.

¿Cómo podemos cambiar las actitudes subyacentes? ¿Cómo podemos reavivar el amor en nuestros corazones? Nuestra única opción, me parece, es volver al punto de partida. Primero, necesitamos parar y reflexionar acerca de lo que cada corazón humano valoriza más. Muchas veces escuchamos que se reclama por los derechos y se exige libertad e igualdad. Sin embargo ¿qué valor puede tener la libertad y la igualdad a menos que podamos usarlas sabiamente?

Debemos saber que, tarde o temprano, tendremos que hacernos cargo de todo lo que hemos dicho y hecho.

Para vivir con compromiso, primero y principalmente, cada uno debe conocer la dignidad de su propia preciosa vida. Este es el punto de partida, a mi entender. Cuando podamos sentir la dignidad de nuestra propia vida, inevitablemente, tendremos un sentimiento de asombro ante la vida de otros. Hoy en día hemos olvidado el asombro, el respeto y el amor. Para la mayoría, el pensamiento guía es: “mientras que yo esté bien, nada me importa.”

Las hostilidades, la discriminación, el caos y la ambición que cubren el mundo tienen todas las mismas raíces: una falta de reverencia por la vida de los otros. Aquí y ahora, cada ser humano necesita comenzar de nuevo, cuidando el futuro de la humanidad. Cada ser humano necesita dar un paso adelante. No necesita ser un paso gigante, solo realizar algo de lo que sea capaz. Desde el momento en que damos ese primer paso, nuestras vidas comenzarán a cambiar. Paso a paso, la duda será reemplazada por la confianza, el rencor se convertirá en perdón, la discriminación se transformará en respeto, y la hostilidad en reconciliación.

Ya no es más suficiente sentir la paz en uno mismo. Los tiempos han cambiado. De aquí en adelante cada individuo debe sumarse para afirmar la dignidad de la vida. Lo que propongo es un Acta Constitutiva global, que trascienda las diferencias de credos, de religión, o de forma de pensar, y que abrace todos los corazones.

La paz que nosotros los seres humanos buscamos está construída sobre la dignidad de nuestra propia vida y la reverencia por la vida de otros. Urgentemente espero que aprovechemos la oportunidad de limitar el egoísmo y la ambición, y que reavivemos nuestro profundo espíritu de amor humanitario, afirmando la dignidad humana, una declaración para la construcción de la paz y la tranquilidad sobre la Tierra.

¿Acaso no es este el mejor momento de empezar a construír una forma de vida que tenga una influencia sobre las vidas de la próxima generación? ¿Podremos pasarles a ellos un mundo lleno de esperanza brillante hacia el futuro? Que hagamos esto o no, depende de las elecciones que hagamos en el momento presente.

La Declaración de Fuji es una afirmación de la dignidad de nuestra propia vida y la admiración que sentimos por la vida de los demás. Es una expresión de amor y de consideración frente a toda la humanidad. Es una oportunidad de volverse un “hacedor del cambio”, alguien que reavive la chispa divina en cada corazón humano. Al hacerlo podemos cambiar los pensamientos, las palabras y las acciones negativas en pensamientos, palabras y acciones brillantes de luz. Nuestras palabras brillantes se volverán la piedra fundamental de una nueva civilización sobre la Tierra.

Ahora es el tiempo de hacerlo suceder. Ahora podemos decidir no abrumar con más legados negativos a las futuras generaciones.

Que nuestro legado sea uno de paz, ilimitado potencial humano, dignidad, respeto y amor.

Que la Paz Prevalezca en la Tierra