Escuchando la sutil esencia de Japón

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Junto a mis recuerdos de la infancia del libro “Niño observando el Monte Fuji” por Hokusai (1839), han surgido lágrimas.

El espíritu de la montaña reverenciada por personas de todos los credos ( Shinto, los Yamabushi de Shugendo, los Budistas, Cristianos y Judíos ) nos recuerda que la Naturaleza es nuestra única fuente de dicha, salud, vitalidad, imaginación, sueños, alimentos, agua, aire y los fundamentos de este gran misterio que llamamos Tierra. El Monte Fuji, que ha visto su parte de tragedias -como la caída de aviones, las guerras y ahora el cambio climático, que está afectando los recursos necesarios del agua debido al fuera de temporada y desmesurado deshielo- todas resaltan la fragilidad de nuestras vidas.

La Declaración de Fuji genera Esperanza; nos recuerda poderosamente a todos nuestras indisolubles y potencialmente maravillosas similitudes. No somos uno, somos muchos, pero en esa multitud somos verdaderamente una sinfonía, un unísono, un único propósito que es el de sobrevivir con dignidad, en el amor, en la paz y con la más ligera huella ambiental posible.

La primera familia del Emperador en Japón, la Dinastía Fujiwara, se distinguió por liberar a todos los prisioneros y prohibió dañar a cualquier otra especie, generando una paz que fue única en la historia documentada del mundo.

La mirada estética de Japón sobre la Naturaleza ha demostrado la capacidad de la humanidad para el amor y la templanza, por lo más profundo de lo profundo, lo más dulce de lo dulce, la más embriagadora de las sobriedades filosóficas. Los japoneses fueron los inventores de la anestesia para aliviar el dolor, y de las primeras estampillas. Aunque parezca raro mencionar estas dos cosas en conjunto, de hecho es muy característico de una cultura que cree en el reencuentro en el amor, no en la violencia; y en la comunicación con los demás.

Además Japón -por más de 200 años- ha renunciado al uso de armas, bajo el reinado del Shogun Tokugawa. Estos son sólo unos pocos ejemplos entre miles en la historia de Japón que deberían recordarnos ese momento dulce en Hokusai de un niño, soñando una vida, en su maravillosa y pequeña casa del árbol, contemplando las sagradas alturas de una de las montañas más sagradas del mundo.

Dejemos que esta espléndida Declaración de Fuji nos guíe en toda su sutil esencia. Si escuchamos, veremos que tal sutileza puede cambiar el mundo, reencender una nueva naturaleza humana de entre sus cenizas que despiertan, engendrar la armonía que envuelve a todas las especies.

Japón y el Monte Fuji en particular, es el lugar más adecuado para el lanzamiento de este profundamente sentido mensaje del corazón, de importancia universal en una encrucijada crítica en nuestra evolución.

Con gratitud,

By: Michael Tobias
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